El escritor Yuri Herrera (México, 1970) es, a mi criterio, el escritor actual más brillante de México y me atrevo a decir... de Latinoamérica. Desde su primera novela Trabajos del reino (2003) galardonada con el "Premio Binacional de Novela” y el premio “Otras voces, otros ámbitos”, dio un salto enormísimo hasta vislumbrarse como lo más prometedor de la literatura hispanoamericana. Gracias a la pandemia y a CE -un amigo que me rola libros y arte- me sumergí en su obra en el 2020... y nadé a gusto.
Uno de los regalos más grandes que me dejó la llegada del COVID-19 fue leer a este mexicano que, más que mexicano, es un autor que transita entre los territorios desérticos del norte de México y esa potencia latina que es Texas en el sur más angustiante para los hegemónicos y dogmáticos Estados Unidos. Y sí, su literatura también refleja esa lucha étnica, ese anhelo del "sueño americano", ese fulgor lingüístico que es el nuevo castellano mezclado con spanglish e inglés gringo deteriorado por las migraciones. Pero eso en todo caso es pura forma. Si nos adentramos a fondo descubrimos a un nuevo y potente Juan Rulfo hablando de la comarca, del pueblo, de la transa, del viaje, del delito, de la añoranza, de la narconovela.
«Sus libros me mostraron una nueva estética de narrativa exquisita. Pero vamos por partes. No me quiero adelantar al estribillo de este post con el ímpetu de Pedro Páramo. Vamoacalmarnos. Paciencia».
A ver, los libros los recibí en febrero y el confinamiento por la Pandemia llegó a quincena de marzo. Para fin de mes -entre encierro, vino, tabaco, ansiedad y reflexiones sinfín- ya me había devorado el primero. Y cuando digo el primero, me refiero a Trabajos del reino. Una novela exquisita, super fluida y con personajes arquetípicos que fácilmente identificamos. Muy bien escrita. Muy bien narrada. Muy bien yuxtapuesta sobre todo lo que creemos del narcocorrido, la vida del cartel y el narco emocionante en el borde de la frontera. En Trabajos del reino (2003), Yuri Herrera asume la posibilidad de un nuevo realismo mágico con elegante remembranza a Juan Rulfo, a su manera. Eso vuelve la lectura rápida, fácil y ligera.
«Te engancha de inmediato. El ritmo poético —amasado a manera de elipsis literaria— te conduce al paraíso de la droga, el mito, el éxtasis».
Después me volé en menos de cinco días Señales que precederán al fin del mundo (2009). Una belleza que habla de lo limítrofe que resultan las emociones geográficas trazadas desde la frontera. El recurso es "el viaje" con todas sus posibilidades, incluida la de "no retorno". Makina, la personaje, nos lleva de la mano por una travesía obtusa, a final de cuentas... deliciosa. Da para escribir un ensayo, pero esto es un post.
El tercero de Yuri que me leí -este con mucha más calma porque llegó después de releer Kafka, Saramago y Joyce- fue La transmigración de los cuerpos (2013). Aquí la historia es distinta, pero la misma. El exceso rimbombante de palabras es un alarido magnífico que nos vuelve a llevar a la frontera, pero... con un factor que me pareció extremo y cómplice en la trama de la novela —leyéndola en 2020—: UNA EPIDEMIA.
Así que para no excederme en recursos literarios ni interpretaciones estilísticas o análisis superfluos, solo te dejo este tuit a manera de manifiesto: «Leéte a Yuri Herrera. Saldrás feliz... con muchos estímulos».
NOTA: Hay dos libros más que recomiendo, aun sin leerlos, porque no están disponibles en Guate y hay que ir a buscarlos a México o España: Diez planetas (2020) y El incendio de la mina El Bordo (2018).
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