Adiós al cabello largo y dorado que con frenesí hizo vibrar las catedrales del post grunge y rock alternativo. Adiós a la energía y a la sonrisa contagiosa. Adiós a la explosión de cada bombo, caja, tom y hit-hat. Todas las baterías y baquetas del mundo están de luto. Todas las canciones se visten de negro...
En un ensayo sobre arte y neurotransmisores leí del gran impacto que tienen los músicos en nuestras vidas. Aunque no conozcas a un músico en persona lo haces tu cómplice, confidente y hasta amigo. Su música y energía crean vínculos muy íntimos y poderosos. Y es cierto, sobre todo para quienes respiramos música a diario. Pasa que los hacemos parte de nuestra vida y nos ayudan a llevar mejor la existencia. Eso potencia el vínculo y su música va documentando nuestra vida.
Pues la muerte abrupta de Taylor Hawkins -esa máquina bataquera- me deja triste, absorto y ensimismado.
Nunca he sido un gran fanático de los Foo Fighters, pero reconozco su importancia y vitalidad dentro de la industria. Sobre todo para un género que llena estadios y pone himnos en las radios. Sobre todo para este gran género que marcó a dos o tres generaciones. Sobre todo por ser una banda enérgica que inspira y por ser un claro referente de adrenalina en estudio y escenario. Y eso, desde su origen y gran relevo cuando nuestro grunge se quedó sin el engranaje y la chispa fundamental de toda una época: Nirvana.
Esto me hace pensar en lo fuerte que ha de ser para Dave Grohl este momento. Perder a dos compas. Dos socios. Dos hermanos. Dos amigos.
Primero se le va el gran Kurt Cobain con quien hicieron magia pura y catapultaron una actitud transgresora que aún resiente la música. Y ahora, se le va su otro compa y pieza fundamental de la banda. Una gran pérdida para la música, pero puedo imaginarme lo que significa para la familia, amigos y la banda.
Definitivamente el grunge y el post grunge son dos géneros que al definirlos como "alternativos" nos dictan muchas hipertextualidades y conjeturas para analizar muy despacio. Parafraseando al crítico de música Rob Sheffield: «Todo el rock de los noventa es inspiracional por su euforia». Y es cierto. La energía de los Foo Fighters se vive en cada concierto desde hace casi 30 años. Y eso tiene mucho que ver con la sinergia que existía entre Dave y Taylor. Verlos escupir adrenalina con las clásicas y poderosas Best of you, All my life, *Everlong, The Pretender, My hero o Learn to fly es de los espectáculos más memorables que un fanático de música -y rock alternativo- pudo tener. Gracias, Taylor, por ese regalo inminente y sagrado. Además, escucharlo cantar era de otra galaxia.
Sobre su muerte no ahondaré porque lo sobre entiendo. Además, porque afirmo en carne -y nariz- propia que la cocaína es una droga exquisita si sabes controlarla. Pero ahí está lo jodido. Sobre todo estando en Colombia. Como escribí cuando murió Chris Cornell: «Los tristes siempre seremos tristes...» y aunque no conocía muy a fondo la personalidad de Taylor puedo asegurar que todos tenemos ese lado salvajemente triste que nos hace vivir aceleradamente coqueteándole a la muerte todos los días. Ya sea con drogas, guaro o experiencias intensas. Hedonismo puro. Entretenimiento sabroso. Sobrevivencia. Ya normalicémoslo.
Algo parecido escribí cuando murió Scott Weiland: «SW había sobrevivido a la marea y al estigma de “roquero insensato” que no paraba de inhalar o inyectarse lo que fuera mientras sostenía un vaso de güisqui y cantaba “Plush” o “Interstate Love Song” sin desafinar nota. Pero ya no. Las drogas y el alcohol son cosas duras para los ultrasensibles y los que ven la vida como un paseo doloroso donde es necesaria una autodestrucción lenta y suave como puro de mota. Weiland era eso y lo contrario. Rudo y veloz».
Regresando a Taylor... nos deja un legado magistral detrás del instrumento-altar para el rock and roll, que junto a grandes como John Bonham, Keith Moon, Neil Peart, Bill Bruford o Ginger Baker llevaron al límite recreando magia y energía en movimiento. ¡Gracias, querido! Buen viaje cósmico a las estrellas.
*Por cierto, Everlong creo que es una de las canciones más hermosas de la historia. Aunque la batería original la grabó Dave, es alucinante cómo la tocaba Taylor en vivo. Energía pura. Golpeteo magistral y euforia rítmica. Les dejo el videazo de Michel Gondry donde Taylor sale de esposa de Dave con el pelo que le crecería después. Qué chulada.
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