Hay discos que desde el primer track sabés que viene un gran viaje: densa acumulación de info, moods, intimidad, beats e influencias. Eso es Motomami. Un manifiesto-remix de todo lo que es, y somos, Rosalía.
Cuando afirmo que Motomami es un collage, me refiero precisamente a eso. Es un remix sin género sexual ni musical. No es un disco para enaltecer solo el empoderamiento femenino, aunque sí, pero también lo es para ubicarnos en el ahora donde la sexualidad es un híbrido espontáneo porque hibridez es lo que hay.
«Motomami es política. Vida cotidiana. Manifiesto. Un breve ensayo sobre interacciones humanas. Y eso lo hace alucinante».
Desde los primeros plays, sabés que no es un disco aleatorio, pero sí está reproducido en random. Y eso vibra mucho. Yuxtaposición de muchas cosas, mezcla rara de gustos, vivencias, sonidos, rimas, retóricas, interpretaciones, dinamismos, recuerdos, anécdotas, vínculos, anhelos, gustos, odios, etc.
Eso somos, un híbrido ecléctico. Pasamos del MDMA sensual urbano al popper electro que nos levanta la falda, la líbido, la erección momentánea. De ahí al pase de coca, el fumito de mota y unos dos o tres shots para alivianar la noche. A la mañana siguiente scroleamos el teléfono viendo memes, pero también leyendo notas de superación, reels de paisajes, animalitos, motos de racing, stories eróticas, recomendaciones de Netflix, horóscopos alternativos, noticias en Twitter. Somos un híbrido de instantes entre la fiesta que fue y nos dejó resaca, a la fiesta que será y hay que buscar atuendo. Un Motomami salvaje y tierno remixeado.
Desde el día que salió me lo he escuchado muchísimas veces. Lo he pausado, vuelto a poner, analizado y he sentido como crece en euforia, revolución congénita, se calma, convulsiona, respira y vuelve a encenderse en pirotecnia sonora. Un álbum vivo, sin duda. Pasa que cada vez que lo escucho le encuentro algo nuevo, rumbos, atisbos, influencias, evocaciones, frases y un buen cúmulo de retóricas que dan para escribir largo y poético. Intentaré ser breve. Sino Tik Tok me come.
Es una transformación completa desde la primera 'Saoko': Me contradigo, yo me transformo. Luego siguen todas las otras catorce bellezas y al cerrar con la flamenca-gitana 'Sakura' te das cuenta que en 42 minutos cruzaste todos tus estados anímicos y que pasaste de querer "rumbastalpiso" a querer "cucharita" y que te lean Federico García Lorca, porque el fuego es bonito, todo lo rompe.
No escribiré canción por canción porque no va al caso y ya se ha hecho harto. Añadiré que para entender completamente a Motomami hay que contextualizar varias cosas primero:
1. El disco no es un "chirmol" de balbuceos líricos, ni mucho menos un impulso sonoro. Es obra planeada, conceptualizada, testeada, escuchada y materializada. Desde la lírica hasta cada sonido y efecto.
2. Hay que situar a Rosalía en la escena actual y, lo más importante, en su escenario personal. El salto que dio de su anterior El mal querer -que es una joya conceptual salvaje, linda y ecléctica también- nos da un panorama de una Rosalía más consciente con cada trabajo que asume. Eso pone un estándar. Motomami no podía ser menos que El mal querer y, en efecto, lo consigue. Es más ceñido y poderoso. Algo similar a Yeezus y The Life of Pablo deYe, por ese entonces Kanye West o a los RAM y Discovery de Daft Punk. Cuatro discos llenos de imaginería musical, estilos, mezclas, samples, ritmos, etc. No los comparo, ojo, son peras con manzanas; pero conceptualmente estamos hablando de obras maestras que parten de lo mismo. El collage como leitmotiv inspirador, porque al final somos los que hemos escuchado, bailado y vivido.
3. No hay música nueva. Ya está claro. Todo es una repetición y lo que en metalenguajes nos narra este discazo es eso: somos eclécticos, fusión, racimo de influencias, remixes. Somos reguetón caliente, bachata romántica, trap fulminante, balada cortavenas, bulería que abraza, tropicalidad intensa.
La prueba está en el playlist de INSPOS de Rosalía que confirma se le cruzó Daddy Yankee, pero también Coltrane, Bowie, Lamar, Don Omar, Big Boy, Juan Luis Guerra, Camarón de la Isla, Tego Calderón, Bill Evans, Leonard Cohen, Frank Sinatra, Björk, Ivy Queen, El General, Nina Simone, Kanye West, Pink Floyd, Kate Bush. E, de etcétera-etcétera.
El mejor disco en español del 2022, que prácticamente la catapulta como la artista más complex desde la conceptualización hasta la inserción de muchos elementos de la cultura pop, lírica, japonesa, mixmedia...
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