No sé en qué momento la música se me volvió algo vital e imprescindible. Seguramente habrá sido por los domingos de marimba en LP con mis abuelos o los casetes de Bossa Nova y José José de mis viejos. No lo sé, pero esos recuerdos de infancia siempre están asociados con palpitaciones de vida y al final la vida es una larga enumeración de pulsaciones por minuto, sístoles, diástoles, recuerdos... muchísimas canciones.
Una vez, Rubén Albarrán de Café Tacvba, me dijo que «ellos habían empezado gracias a la música de sus padres». Es decir, que empezaron a hacer música para devolverles como homenaje toda esa influencia que recibieron en su infancia. Y me hace sentido. Al final uno está lleno de "gracias" y eternos homenajes.
Esos homenajes son precisamente actos sagrados. Pequeños gestos para devolver todo lo que recibimos. Yo recibí mucha música de güiro. Siempre había música sonando en casa. Hasta la fecha cuando voy de visita, mi viejita asegura que no puede pasar un día sin música. Definitivamente mamé su teta. ¡Las dos!
En mi caso, el amor por la música creció en la adolescencia: Nirvana, Pearl Jam, Candlebox, Stone Temple Pilots, The Smashing Pumpkins, Soundgarden, The Cranberries, Red Hot Chilli Peppers, Radiohead, Oasis y todo ese estruendo de música que sonaba a mediados de los noventa. Grunge y wall-of-sound con todo el volumen, pero también intervenido por el pop mexicano de codependencia, cursilería y sufrimiento.
En un ensayo que escribí hace algunos años sobre David Bowie, hablo de toda esa música que escuchamos en diferentes etapas de la vida y como se vuelve en algo fundamental por siempre -lo transcribiré y lo subo más adelante-. Me pasó con bandas que escuché post adolescente como The Doors, Pink Floyd, Hendrix, Joy Division, New Order, The Cure, The Smiths, The Sex Pistols, The Clash, Spinetta, Cerati, Páez, Calamaro, etc. Luego llegaron otras como LCD Soundystem, The Chemical Brothers, The National, The Strokes, Zoé, los mismos Café Tacvba, Soda Stereo, Mano Negra, Caifanes y la lista continúa.
Pero, ¿a qué voy con todo esto? Somos música. Somos estruendo. Somos acumulación de música. Como escribió Andrés Caicedo: ¡Qué viva la música!, homenajeando a Ray Barretto de la Fania All Stars.
«Toda la música te marca. Somos todo eso que escuchamos».
Escribo este balbuceo porque me recuerda a mis primeros esbozos sobre música en revistas desaparecidas como Taxi, Folk o Catálogo para la vida; pero sobre todo me recuerda a mi primer artículo que escribí para un periódico. Era mi primera columna de música formal -y me pagaban decentemente por eso-. El viaje duró muy poco, un poco más de medio año, pero toda esta verborrea musical se transformó en mis queridas POLAROIDS MUSICALES que me publicaban los Esquisses.net. donde escribí más de 100 artículos por varios años. Les comparto el enlace. Luego han venido columnas por acá, notas y artículos por allá. Pero digamos que el deseo convulso de querer hablar de música sigue. Es una constante que no para y poco a poco se va entrelazando con mis libros -publicados e indefinidamente inéditos-.
Así que mientras tanto, sigan este blog porque estaré publicando artículos más seguido. Cuando me refiero a artículos serán reseñas de discos, historias alrededor de música, apuntes o entrevistas. Nos vemos.
Comentários