No toda la música es para escucharla. La mayoría sí, pero no toda tiene ese poder de hacerte viajar. Hay música hecha para transportarte. Para sentirla, palparla, verla, olerla, respirarla. La música de Mabe es así.
A Mabe le vengo siguiendo la pista desde hace mucho tiempo. Una década quizá. Bastó con conocerla en un jammin que hicimos alrededor del 2011 con su banda anterior, FRAAEK, para que quedara hipnotizado con su poderosa y —al mismo tiempo— tierna voz, apropiación de su gran instrumento y sensibilidad para comprender el propósito o finalidad de la música/poesía/expresión como artista.
«Eso es Mabe, una artista del sonido. Una espectadora del universo y sus energías, que absorbe información y la transforma, decodifica, en multiplicidad de frecuencias luminiscentes».
Su participación en FRAAEK fue vital e incomparable, y como siempre lo he dicho, se resiente. En el lindo EP, Nocturno del 2016, hay una simbiosis mágica y poderosa que me ha hecho reflexionar sobre la música y la producción guatemalteca, considerándolo uno de los discos más hermosos y profundos de Guatemala.
En canciones como "Riptide", "Primavera", "Nube" o particularmente "Thicket" y "Cataratas", sus vocales alcanzan una dimensión muy particular, sólida, etérea y arrolladora. Acá una nota que escribí en el 2016 y una sesión en vivo donde demuestran su fortaleza e interacción como banda.
Pero la carrera de Mabe no quedó ahí, estancada en un país donde la industria es irregular, misógina, difícil para el reducido público y los pocos géneros de música que la habitan. Mabe salió de Guate en búsqueda del sonido propio, mayor público y crecimiento personal. Y lo encontró en México. También de gira.
«Poco a poco fueron llegando sus posts en redes sociales. Sus intervenciones sonoras. Sus entrañables sonidos. Sus conciertos».
Ahí me doy cuenta que la partida de Mabe es irreversible como la de otros grandes: Jesse Báez, Di Laif o Meneo. Felicidad, emoción, rabia e impotencia. Pero luego escuchás su primer EP: Moot Point del 2018 junto a Eviltapes y vas asimilando sorbo a sorbo su bien lograda partida de Guate.
Un álbum experimental lleno de vocales, poesía y estruendo sonoro que desde la primera te atrapa y no te suelta en los 26 minutos que dura. Es Apparat, Loscil, Sigur Rós, Boards of Canada, Flying Lotus, Tycho o Burial metidos en una licuadora digital y aderezado con modulares, loops y experimentos análogos que te sacuden el cuerpo y te lanzan a esa espesa dimensión de enteógenos, sueños lúcidos y realidades paralelas.
Hay tribalismo, introspección, descanso. Al igual que en su segundo EP: Aprendiendo a hablar, del mismo año, junto a Concepción Huerta. Intuyo que en esa búsqueda del sonido propio, experimentar es clave; por eso me gusta revisar en retrospectiva el cúmulo de pulsiones sonoras y extractos poéticos.
«Los títulos de las canciones de este álbum delatan a Mabe. Son polaroids, fotogramas, stories-diarios efímeros de IG cargados de mucha sensibilidad, espontaneidad y emulsión de sensaciones».
Luego se vino su primer álbum, y aquí el panorama persiste, pero a diferencia que estamos frente a poemas sonoros que hilvanan una historia menos abstracta. Un renacer. Un balbuceo iniciático. Una lucidez plena, o casi plena, que empieza a brillar intermitentemente. Es como banda sonora (Dustin O'Halloran, Olafur Arnalds, Nils Frahm) sumergida en el bosque o selva fulminante que es la cabeza y el corazón de Mabe. El álbum se titula Pies sobre la tierra del 2020, y esto ya nos cuenta muchísimo en perspectiva.
Después de su primer gran álbum exploratorio, se vinieron varios sencillos con la dinámica de la repetición y el abstraccionismo onírico junto a Gibrana Cervantes. "Todo lo que querías saber" y "Aire" son impactos de meteorito en el epicentro de la poesía. Bandas sonoras de un poema en loop quebrándose de a poquito a media pandemia. Quizá, me atrevo a decir, fueron snorkels necesarios para la sobrevivencia del encierro.
De ahí surge un cambio convulso y electrizante: Su segundo álbum. Aquí me detengo un rato y respiro. ¿Será que ahora podremos entendernos? es una ráfaga hermosa en cámara lenta. Su voz me recuerda a Juana Molina en sus inicios o Ely Guerra en Lotofire del 99, pero con la majestuosidad y ternura —¿ya había escrito ternura antes?— muy particular de Mabe. Es infancia, madurez y sapiencia en 55 minutos.
Mis favoritas... la juguetona "Nadie sabe", la electrizante "Hacia el vacío", la crispante "Aire" y la Björkeska "Que me hace saber esto" que te incendian, te "hacen bolita" y te extrapolan. En conclusión, un gran disco con reminiscencia al ambient y avant-garde que te succiona malos ratos y te regala un viaje ida y vuelta.
Pero esta reseña intrínseca no termina aquí. Sigue una belleza de álbum sorpresa junto a la productora, DJ y música alemana Gudrun Gut; quien ha trabajado desde los ochenta con sonidos post punketos, techno y ambient en los últimos años. El disco, Let's talk about the weather del 2021, que se autopropone como un experimento visceral de sonidos abstractos, capas sonoras insistentes y encierro por el COVID-19 habla por sí solo desde la inicial y frenética "Aufregend" hasta la más dark wave "In D" o las 4 homónimas.
En origen, el álbum nos sumerge en el trabajo a distancia de ambas músicas desde distintas ciudades a manera de diario: Berlín, CDMX, Veracruz, Uckermark concebido desde la cotidianidad, distintos climas, y conversaciones íntimas entre ambas. 9 tracks llenas de suspenso y mucha experimentación. Una joya.
Por último, y no menos importante, su más reciente EP que esperemos se convierta en un nuevo álbum para el 2022 junto a Concepción Huerta. Estática, su nombre, y le hace mérito a la diversidad de sonidos recreados con violonchelo en sus técnicas más extremas, sintetizadores análogos, pads vocales, pedales y distorsiones que me recuerdan a Autechre y AFX a mediados de los noventa; o Björk, pero con la magia y singularidad de estas dos grandes músicas y productoras.
Escúchenlo aquí. Es una belleza con sonidos industriales que verbalizan atmósferas profundas y evocan muchísima nostalgia mezclada con agresividad y poesía etérea. En algún momento tuve flashbacks de las bandas sonoras de Jonny Greenwood (Radiohead), pero sin la excentricidad poderosa del violonchelo, los hipnotizantes vocales, el estruendo de las atmósferas en delay o el insistente loop industrial, etc.
Escuchen a Mabe y Concepción. Síganlas en redes sociales. Su música es alucinante.
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