Led Zeppelin es quizá una de las bandas que más influyó en la música por su aceleración, estruendo e intensidad. El Heavy Metal de los ochenta le debe tanto, pero también el Blues Rock y el Folk Rock.
La primera vez que escuché Led Zeppelin supe que estaba frente a un tornado salvaje de cuatro diablos con pociones mágicas que al amalgamarse provocaban una hecatombe pesada, arrasadora y hermosa. Algo así como un LSD hipersensible o un DMT poderoso que te marca el resto de la vida.
Y es que no se sale ileso de estos cuatro ingleses. No se puede. Te enamoran, cogen y estimulan musicalmente el resto de la vida.
De todos sus discos me quedo con el primero –aún sabiendo que el II, el IV y el Physical Graffiti son bellezas que ruedan por sí solas en el imaginario musical y siguen estallando asombros–. Perooo… lo que me gusta del Led Zeppelin I del 69 es que fue su revelación, su acto primario, su viaje iniciático, su estreno, “esto somos”, “esto tocamos” entre blues, folk y mucho rock and roll. Fue una sentencia y un presagio de lo que vendría en poco más de diez años que dejó su estela de “ruido inminente”.
Inspiraron al heavy metal. Así fue.
En este disco no están las clásicas que sabemos, coreamos y headbangueamos parejo, pero “Good times bad times”, la hiper delirante “Babe i’m gonna leave you”, la impecable “Dazed and confused”, la prendida “Communication breakdown” y la espectacular “How many more times” dejaron ver a una banda tocando rocanrol como nadie lo había hecho hasta ese momento con una descarga de melodía eléctrica, enérgica batería, bajo tosco y un vocerón incomparable y super sexual.
¡Gracias Page, Plant, Jones y Bonham por el mejor estruendo y alarido producido en este planeta!
Sin mucho más blablablá ni hablar de los múltiples plagios de Jimmy Page: ¡Es el mejor rocanrol!
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