Nos aterra el vacío, el post sin contenido, la página en blanco, el proyecto sin nombre, la pregunta sin respuesta, no saber qué hacer, no saber dónde empezar, la casa vacía, hacer las maletas. Nos aterra el silencio.
Después de todo, la vacuidad es síntoma de sustantivar la realidad constantemente. De llenar, vaciar y rellenar el día a día con insustanciales estupideces. Algo así como asertivamente evidencia Houellebecq en la mayoría de sus libros: Vivimos tiempos de vacío espiritual y lo profesamos conscientemente.
Lo mismo que pasa con el vacío y la plenitud, pasa con el principio o el fin.
Siempre he pensado que los finales son la continuación del inicio, y viceversa. Un canvas pleno y dispuesto. Un desierto sin ruido. Un dancefloor a oscuras. Una playa sin gente, ni toallas, ni palmeras. Un mar con oleaje perpetuo o de quietud inmóvil. Un cielo iluminado por millones de nidos de estrellas desde otro tiempo, otra luz, otro espacio. En palabras brutales: una autopista nueva por recorrer con nuevos píxeles, sonidos, pasos, orgasmos, amores, fermentos, posibilidades... caracteres.
El otro día pensé en Pessoa, el poeta portugués que nos dejó una estela enorme de versos impecables como "Tabaquería", pero también pensé en aquel poema de Juarroz: «Porque el amor es simplemente eso: la forma del comienzo tercamente escondida detrás de los finales». Pensé en Cerati, Spinetta, Prodan, Céline, Pizarnik, Proust, Kafka, mi abuelo, mi abuela. Pensé en muchas cosas y en muertos. Nuestros muertos. Mi muerto reciente: mi padre.
La muerte nos regala vida. Hay que aceptar el obsequio y ofrendar de regreso. Aún no sé cómo, pero intuyo fórmulas. Las mismas que mi viejo me enseñó desde su ternura.
El budismo, además, nos ha acariciado con bálsamos hermosos sobre dolor, amor, ego, compasión, desapego, aceptación, contemplación, etcétera.
Esto me trae de nuevo al silencio.
Tiempos difíciles. Ouch. Siempre estamos abrumados por estímulos y nos encanta bombardear en respuesta. Es una era jevi la de estos "tiempos modernos" como dijo Bowie. Como dijo Dylan. Como dijo Chaplin.
Ayer me escuché quince veces la fantástica "Silencio" de Jorge Drexler y volví a comprender su grandeza. Ya John Cage nos regaló un enorme presagio con 4'33" de efervescente y delicioso silencio hace 80 años.
Hay que disfrutar el silencio. Descansar un rato del ruido perverso.
Hay que regalarnos un pocote de silencio.
Dejo de escribir. Ya paro. Hasta luego.
*Enjoy the silence dixit Gore & Gahan.
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