La extensa discografía del rosarino es intimidante: más de 20 álbumes en solitario, 4 legendarios en vivo, muchas colaboraciones impecables y una extensa lista de recopilaciones que son radiografía de su obra. Al ver en retrospectiva su producción de casi 40 años, es inminente su capacidad de componer música; pero también es vital el Fito letrista. Abre de 1999 tiene eso. Letras concisas y poderosas. Con buena música.
Pensar en Fito es repensar multiplicidad de géneros hilvanados desde el tango, trova, rock, pop, soul, funk, folk, synth pop, etc. En cada disco hay un concepto y eso se vislumbra cuando se ven con los años.
De todos sus álbumes, me quedo con seis que marcaron una etapa donde me la pasaba escuchando a los argentinos Charly, Spinetta, Calamaro, Cerati, Moura, Vicentico, Sosa, Cabral, Dárgelos... pero de esos seis discazos que me parecen imprescindibles (El amor después del amor, Giros, Circo Beat, Ciudad de pobres corazones, Euforia y Tercer mundo) me quedo con Abre por algo personal. Intentaré explicarme.
«Definitivamente a este disco le tengo harto cariño. Por su fuerza, storytelling y poesía. Por su armonía y composición delicada».
Yo estaba saliendo del bachillerato para entra a la Universidad y me rondaban muchas inquietudes: viajar o estudiar, qué estudiar (me fui por Filosofía y Letras), estudiarla en el extranjero (quería España, pero me quedé en Guatemala), los autores que leía en esos años (Camus, Kafka, Kerouac, Burroughs, Bukowski, Chejov, Huidobro, Vallejo), las ganas de dedicarme al arte por completo (escritura y pintura), las novias temporales, las drogas iniciáticas, las primeras lecturas de poesía, mi primer libro de poemas. Y llegó Fito.
«Un cúmulo de cosas que un chiquillo de 19 años —que aún no sabe nada de la vida ni de las consecuencias que estar vivo significan— iba a entender. Entonces el disco fue un muelle y pista de despegue. Un spoiler de la vida. Una súbita sorpresa. Una profecía».
En el caso de Fito con 36 años significó otro montón de cosas. Cambio de frac y siglo y ciclo. Disco nuevo después del casi fracaso con Joaquín Sabina en Enemigos íntimos. Estallido sagaz desde la anécdota, tanto recuerdo, orquestación, sonoridad, multiplicidad armónica y mucho vaivén lírico a manera de manifiesto.
Fito tenía 5 años de no escribir rolas propias y lanzó un torrente circular que sobreabunda en vocales y derroche lírico. La música, en segundo plano, se levanta con orquesta, repeticiones y muchos géneros disímiles que resguardan y acompañan a las letras. Hay rock, pop, bolero, tango, dub, piano. Una belleza.
En el 2002 lo vi dos veces tocar este disco con banda y me pareció electrizante. Luego en 2008 y 2017 armado únicamente con piano, las canciones parecieron tomar otra dimensión más íntima.
1. Abre. Explosión y bienvenida como nueva relación en pareja o nuevo inicio en algo. El teclado asimila los versos recurrentes y la poesía brilla sin parar. “Abrís todo y entro yo” mientras la sicodelia renace y florece. Una gran rola de apertura. Mantra. Oliverio Girondo, Juan Gelman, Mario Benedetti detrás.
2. Al lado del camino es Bob Dylan en delirio obstinado, confesionario y poderoso. La rola más hermosa de Fito. Quizá. Desde que arranca son 5 minutos de estremecimiento y ráfaga de intimidad desgarradora. La sentís tuya. La hacés tuya. Es tuya. La escuchás en cualquier versión y siempre te eriza. Es un tsunami.
3. Dos en la ciudad es flirteo, sexo, güisqui, coca en findesemana. Una chulada sutilmente construida con orquesta y delicadeza y storytelling. Un brindis por esos encuentros. Es una extensión de 11 y 6.
4. Es solo una cuestión de actitud. La rola más roquera. Un himno. Un aullido. Pura fuerza y actitud.
5. La casa desaparecida. Guau. La más delirante e intrigante. La que parte el disco a la mitad con dub y rap y sicodelia. 10 minutos de parafraseo histórico sobre historia argentina, identidad, crudeza, violencia, ideal, realidad. Este ensayo me encanta porque lo reafirma. Es una fulminante travesía por la patria desaparecida, lírica, histriónica y retórica de Fito. Una belleza con frases y frases y frases que hipnotizan.
6. Tu sonrisa inolvidable es tan folk, tan bella y tan expresiva. Parece una pintura. Una carta que se quedó en la oficina de correo y nunca llegó a su destinataria. "Algo que no se explica con palabras..."
7. Desierto es rabia. Podría ser de Ey! o Ciudad de pobres corazones, pero está aquí para recordar origen.
8. Torre de cristal. Balada Beatle pop llena de ternura, imposibilidad y verdad: “Ya basta de llorar que está saliendo el sol”. Mucha armonía melódica pegajosa. Lindísima y hecha para las radios. Ay, la imposibilidad.
9. Habana es quizá la más melancólica. Brisa de mar y soplido de ron. Resaca al medio día con horizonte de mar. Una rola lejana como efecto de anestesia. La orquesta: espectacular.
10. Ahí voy es Bajo Belgrano de Spinetta mezclada con optimismo. Recuento personal y juvenil en entorno y “Ahí voy, aún siento esa sensación... ese touch en el alma. Ahí voy, pateando en la tempestad”. Genial.
11. La despedida es la joya del disco. Chopin. Recuerdo. Tristeza. Duelo. Aceptación. Una jauría de perros románticos de Roberto Bolaño mezclada con tangos de Gardel y "tienes que correr, tengo que correr...”
12. La buena estrella es el círculo que cierra/abre el disco. Es esperanza, alegría, cambio (de siglo) y nuevo motor de optimismo parco luego de la borrachera, la resaca y la desesperanza. Poesía soul: “a todos algo ya nos ha golpeado duro… vimos algo tras el velo del amor, pero es que ya no soy tan chico ni tan puro... que hasta me parece ingenuo el rockanrol”. Esto es bien Charly. Una rola para aplaudir las mañanas e inspirarse con el góspel mismo que es la vida. Y el del amor propio.
En resumen, un gran disco que cerró su década poderosa. Un disco mandala. Una joya.
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