Es tarde, abro otra botella y pienso en Amy. Pongo Frank, su gran debut del 2003. Me lo acabo rapidito como un maratonista sediento. Le entro a Black to Black del 2006 y un grito me desborda desde adentro: «Ayyy, Amy... te extrañamos» mientras del parlante retumba "I died a hundred times... you go back to her and i go back to... B L A C K". La noche afuera titila de amnesia. Todo en este instante es Amy.
Hablar de Amy es viajar, extrapolar y coexistir en una dimensión oscura, paralela, hermosa y densa mezcla de melancolía con realismo sucio y drogas y pastillas y tristezas y desamor en altas horas de la madrunoche.
Todo en Amy es creatividad, pero también silencio. Oscuro silencio.
Hace unos años hice un IGTV en el que hablaba de su talento y mente brillante. Me faltaron cigarros y guaros y drogas y ganas de decir muchas cosas; pero lo pueden ver... ahí está la síntesis espontánea.
27 años, 2 discos -nada más- y una tristeza cuasi infinita únicamente comparable con la de la grandiosa Alejandra Pizarnik.
Pero este disco -Back to Black- que mezcla un r&b triste con un soul oscuro y desemperanzado, es una belleza oscura que resulta en po orquestal que nunca se diluye en coros, matices, cambios de ritmos, melodía, armonía y ceñida tristeza al igual que el anterior Frank que desaliña entre harto soul con jazz, bossa, hiphop y triphop (inicial a lo Martina Topley-Bird y final a lo Lily Allen) con sus hartas referencias a Etta James, Ella Fitzgerald, Billie Holiday o todo ese bebop inmensurable y hermoso.
BTB es un disco más elaborado, menos tosco, pero también espontáneo y fulgurante.
En fin, Back to Black es cadencia producida por Mark Ronson, quien sabe muy bien lo que hace. Talento no le sobró a Amy en este disco. Imaginen lo que hubiera venido después. Una ráfaga de éxitos. Un mar.
Es demasiado. De mis discos de vida. Una joya.
Letras poderosas. Autobiográficas. Vida misma.
No añadiré nada más.
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