El canadiense nos deja otro disco intrigante y muy bien producido con muchos referentes a fiesta, sexo y drogas. Elegantemente bien narrado. Digerible. Muy a su manera y con esa fórmula que le ha funcionado magistralmente. Synth Pop bien hecho. Pegajoso. Mesurado. Sin irse al extremo. Pero soso al final.
Hace dos años escribí: «Para muchos, The Weeknd es una fórmula muy afinada y demasiado producida. Opino lo mismo y todo lo contrario». Esto era por su fabuloso y exitoso After Hours que metí en mi TOP 40 DEL 2020. Lo situé en el #8 porque me pareció una joya muy honesta. Añadí: «Sus discos anteriores son monstruos mediáticos y, claro, con súper éxitos garantizados para las masas». Y esa es la verdad. Es un producto digerible que vende bien, muy bien.
Tanto él como su equipo repiten la misma fórmula hasta agotarla. Es una repetición del monstruo que es su música: synthpop ochentero llena estadios o discotecas, sintetizadores futuristas y un falsetto adaptable a cualquier ritmo. Ahí su fortaleza. Pero también su debilidad más grande. No salir de su zona confort.
«En toda la música de The Weeknd hay pulcritud y eso se agradece. Es un trabajo de depuración muy elegante. Pero llega un momento en que todo parece un loop. Sin querer te pasaste 10 tracks que sonaban muy parecidas. Extremamente parecidas».
En su nuevo disco Dawn FM aborda la oscuridad de sus primeros discos y se queda con ese beat que tanta fama le ha dado: los ochenta. El concepto del disco es fascinante: una estación de radio que está sonando mientras él sigue de "after hour" como a todo "parilover" nos ha pasado alguna vez. La voz de Jim Carrey -sí, el actor- sentencia: "Estás escuchando 103.5 Dawn FM y parece que llevas mucho tiempo en la oscuridad: es hora de caminar a la luz”.
Así nos lanza a "Gasoline" que advierte: "Son las 5 de la mañana y estoy drogado otra vez". Casual. Sin rodeos. Como es».
Luego le siguen tres poderosas con la misma dinámica sonora: pop ochentero con electrónica muy ceñida y poderosa ("How do i make you love me?", "Take my breath", "Sacrifice"), pero así como cocaína intensa y la velocidad de las expectativas puestas sobre Michael Jackson, Prince y Daft Punk; el disco se cae solo.
Eso no dice que el disco sea malo. Al contrario. Es un disco muy bien producido y con colaboraciones que nadie más puede: Quincy Jones, Beach Boys, Lil Wayne, Tyler The Creator. Pero al avanzar en esa parte se vuelve aburrido como música de elevador con un r&b que no despega. Adult Contemporary le llamaron al género en los noventa. Y eso es lo que es. Música que no despega y suena de fondo. Y no necesariamente son los BPM. "Every angel is terrifying", "Don't break my heart" y "I heard you're married" tienen lo suyo; pero aún así siguen pegadas a la carátula del disco. Me gusta más el trap de sus discos anteriores donde la voz balbucea y repliega la música de adornos vocales muy bien afinados con frases que se te traban.
"Less than zero" es una insignia a Bret Easton Ellis, uno de mis novelistas favoritos que habla con solidez de cosas crudas y sin adornos. Aquí salvo la segunda parte del disco porque hay un referente y una brillante melodía ochentera que perdura en la cabeza. Pero luego el cierre nos reduce el monólogo conceptual y el disco no amarra como debería amarrar.
En resumen, un disco que llenará los charts del 2022 porque tiene concepto y pega con 4-5 tracks, pero a mi criterio pudo ser muchísimo mejor. Le ganan Motomami y Mr. Morale.
Aquí te lo dejo para bailar en la primera parte y deprimirte en la segunda. Como el anciano de la portada.
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